
Actualmente es presidenta del ECPAT (End Child Prostitution, Abuse and Child Trafficking), de la WCCO (Women Confederation of Cambodian Organization), y directora de la ACWO (ASEAN Confederation of Women Organization).
Tomado de:
http://www.fundacionprincipedeasturias.org/esp/04/premiados/trayectorias/trayectoria390.html
Una apasionante velada con Somaly Mam
Por Manuel Segura.
Una noche de hace seis o siete años nos reunimos a cenar en el otrora prestigiado Rincón de Pepe, en Murcia, un grupo de periodistas con la premio Príncipe de Asturias de Cooperación en 1998, Somaly Mam. Se trataba de un apasionante personaje que de niña fue vendida como esclava en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución para salir de la pobreza. Finalmente pudo escapar de sus dueños y comenzó a trabajar ayudando a las mujeres. Tras permanecer dos años en Francia, regresó a su país en 1995, donde vive y dirige, pese a estar amenazada de muerte, la asociación AFESIP, que desde 1996 ayuda a las mujeres y niñas víctimas de la explotación sexual en Camboya y otros países asiáticos. Vino acompañada por su marido. Somaly sólo hablaba inglés, pero resultó una velada agradable, próxima y cercana, sin duda por los buenos oficios de la traductora que hizo las veces en esa ocasión. Éste es un extracto de las más de tres horas de charla.
Una noche de hace seis o siete años nos reunimos a cenar en el otrora prestigiado Rincón de Pepe, en Murcia, un grupo de periodistas con la premio Príncipe de Asturias de Cooperación en 1998, Somaly Mam. Se trataba de un apasionante personaje que de niña fue vendida como esclava en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución para salir de la pobreza. Finalmente pudo escapar de sus dueños y comenzó a trabajar ayudando a las mujeres. Tras permanecer dos años en Francia, regresó a su país en 1995, donde vive y dirige, pese a estar amenazada de muerte, la asociación AFESIP, que desde 1996 ayuda a las mujeres y niñas víctimas de la explotación sexual en Camboya y otros países asiáticos. Vino acompañada por su marido. Somaly sólo hablaba inglés, pero resultó una velada agradable, próxima y cercana, sin duda por los buenos oficios de la traductora que hizo las veces en esa ocasión. Éste es un extracto de las más de tres horas de charla.
-¿Cuáles son los principales contrastes que ha encontrado en Occidente respecto al mundo del que usted procede?
-Si hace algún tiempo me parecía algo normal que los niños y las mujeres fueran esclavos y que los padres lo decidieran todo por ellos (casarse con tan sólo 13 ó 14 años, permanecer incomunicados y un sinfín de vejaciones y de violaciones de los derechos fundamentales de toda persona), la verdad es que, desde que conozco Europa, desde que conozco a mi marido, que me ha explicado y que me ha dado la libertad, ahora veo que eso no es en absoluto lo normal. Que, por ejemplo, no es lógico que niñas de 10 ó 12 años sean explotadas sexualmente en un burdel contra su voluntad (porque, evidentemente, ésta no es la misma prostitución que la de una mujer que lo hace por propia voluntad) y que deban recibir 15 clientes al día puesto que, de lo contrario, son torturadas con descargas eléctricas, golpeadas o se les deja sin comida. Y esto sucede en Camboya, pero también en Tailandia, Laos o Vietnam; es decir, prácticamente en toda la zona asiática.
-¿Cómo describiría el drama que se vive en su país, inmerso en el mundo de la prostitución y con chicas de muy corta edad?
-Para que se hagan una idea de la situación, cuando una niña de 8 años fue violada por una decena de personas y acudió la policía a buscarla, como ella era muy pequeña, la llevaron a los padres, pero éstos dijeron que no querían que la devolviesen a su casa porque llevaba consigo mala suerte. Es decir, que encima de ser violadas, estas mujeres sufren la insolidaridad de los suyos porque son consideradas, insisto, una auténtica desgracia. Y para paliar este cruel rechazo, para que toda esa gente que todo el mundo culpa y de la que nadie quiere hacerse cargo tuviera, en definitiva, un lugar al que acudir, nació AFESIP (Ayuda a Mujeres en Situaciones Desfavorecidas). Este centro se creó, entonces, para apoyarles, para ayudarles a salir de esa situación, de los burdeles, y sobre todo para decirles que lo que ocurre no es culpa suya, sino de la sociedad. Yo misma he tenido una vida muy dura, y aunque no se la voy a contar aquí porque estoy harta de hablar sobre ella y además me cuesta mucho hacerlo en público, les puedo asegurar que yo tampoco he tenido formación; por eso soy un buen ejemplo que pueden escuchar y del que pueden aprender, que puede transmitirles mi lucha, el problema que he vivido cada día..
-¿Desde su experiencia, de qué forma y manera se puede ayudar a estas pequeñas?
-AFESIP es una asociación no gubernamental, sin ánimo religioso ni político, y ayudamos a las niñas de cualquier raza. Estamos básicamente para luchar contra la explotación sexual de las niñas y de las mujeres, y para ello, contamos con grupos sociales de trabajo que acuden a los burdeles y comprueban que no haya menores, porque cuando una niña cae en la prostitución, le es muy difícil salir de ella psicológicamente hablando. Es más, yo diría que es prácticamente imposible por eso que les comentaba hace unos instantes de que es inmediatamente rechazada por la sociedad de Camboya puesto que, si ya no es virgen, no sirve para nada. O sea, que la prostitución es lo peor que le puede pasar a una chica. Por eso tenemos, como decía, personas encargadas de ir todas las mañanas a esos burdeles y de hablar con las chicas para defenderlas de los clientes borrachos y violentos, así como para informarles sobre problemas como el sida (sin duda, la enfermedad más extendida en Camboya, puesto que en burdeles como el de Phnom Phenn hay un 80% de niñas que la padecen) y, a su vez, transmitir la información recogida a los investigadores, aunque algunos de estos últimos también vayan a esos burdeles para disponer de datos de primera mano.
-¿Qué papel desempeñan las autoridades de su país en todo este entramado?
-Lógicamente, también colaboramos con la policía, pero como nuestro país está completamente corrupto, es muy difícil encontrar a policías que nos ayuden, aunque no perdemos la esperanza. De hecho, estamos ahí para obligarles a que entiendan que esto es un problema y que debemos resolverlo, pues de ninguna manera se puede permitir la explotación infantil. Así que, después de todo este proceso, intentamos rescatar a las niñas y les ofrecemos asesoría jurídica para que denuncien sus casos, ya que suelen ser vendidas, además de explotadas, y necesitan ayuda legal. Asimismo, las acogemos en nuestros centros (tenemos tres centros AFESIP: uno en Phnom Phenn, en el centro, donde están los más mayores, de 16, 17 ó 18 años; otro en una provincia visitada por muchos turistas, y otro centro para niños menores de 15 años, donde pueden encontrar hasta niños de 4 años) y nos hacemos cargo de su situación al 100%, incluso en el ámbito psicológico, puesto que, como ya comentaba, están completamente destruidas y además contraen enfermedades sexuales, por lo que hay que llevarlas al hospital. Entonces, cuando las recuperamos seguimos dándoles todo ese amor y cariño que no han conocido y les inculcamos que valen mucho, ya que cuando se pasa por trances como ése resulta muy difícil verlo. En definitiva, dejamos que descansen en nuestros centros de acogida y que las antiguas compañeras, las que ya llevan tiempo con nosotros, les expliquen que no pasa nada, que se puede salir de esa situación porque ellas también han pasado por esos problemas.
-¿En qué consiste la fórmula que ustedes utilizan para rehabilitar a estas niñas?
-Disponemos de una formación profesional para ellas: costura, peluquería y restauración, por ejemplo. Con dicha educación, mi objetivo es reformar a todas esas chicas y trabajar con ellas para que tengan un oficio y para que algunas de ellas me sustituyan en un futuro. De esta manera, demuestro a la gente que les repudia y que desconoce su terrible problema que pueden hacer mucho, que esas chicas que han sido explotadas pueden llegar a mi situación actual. Y lo sé muy bien porque, a pesar de que conseguí el Premio Príncipe de Asturias hace unos años y nadie cree que lo hiciera, ni que pueda estar aquí hablándoles a ustedes, así ha sido; luego ¿qué mejor prueba para estas chicas que mi propia experiencia, que el poder ver a través de mí hasta dónde pueden llegar en la vida? Por eso considero necesario explicarles todo esto, ya digo, cuando llegan al centro, donde se quedan un tiempo proporcional al estado psicológico en el que ingresan (esto es, si están muy traumatizadas se quedan unos dos años; si no, sólo uno).
-Detecto en sus palabras que hay connivencia en las familias…
-Tras esa formación profesional, intentamos reinsertarlas, para lo que investigamos a sus familias y tratamos de averiguar por qué las venden -si es que lo hacen-; si es que el padre viola a la niña y luego la vende, o si es la madre porque el padre lo quiere, etc. Desde luego, cuando las niñas han sido vendidas por su familia, nunca se las devolvemos, sino que tratamos de incorporarles a la sociedad. De hecho, dejamos que sean ellas las que elijan dónde quieren vivir, y con nuestra ayuda, la de otras asociaciones, la gubernamental y demás intentamos reinsertarlas. ¿Por qué? Porque AFESIP procura que sean niñas independientes tanto económica como psicológicamente hablando, ya que es muy duro salir del bache, puedo asegurárselo. Además, cuando consiguen todo esto, nuestra ONG también se encarga de realizar un seguimiento de sus vidas durante tres o cuatro años, y como algunas son huérfanas, seguimos ayudándoles cuando se ponen enfermas o cuando necesitan apoyo.
-Éste no es un problema exclusivo de Camboya; es algo más generalizado, ¿verdad?
-Esta explotación infantil no sólo ocurre en Camboya, claro, sino también en otros países como Vietnam, lo decía al principio, de donde las niñas pasan a Camboya. La verdad es que allí se puede comprar cualquier cosa con un poco de dinero: si quiere usted comprar una chica, se la compra; si quiere usted comprar un pasaporte, se lo puede comprar… No obstante, también existe la explotación sexual en países tan dispares como Francia, Tailandia o Malasia. Incluso en América hay muchos niños que corren este peligro, puesto que en muchos sitios sucede que la economía está muy mal y que hay muchos problemas.
Somaly Mam abandonó el restaurante de forma educada: “Perdonen, estoy cansada y mañana he de levantarme temprano. Gracias”, nos dijo en tono de disculpa. Y desapareció discretamente del reservado en dirección a las habitaciones de las plantas superiores del hotel y lo hizo dejando un halo mágico con sus palabras y el bagaje de su cruda experiencia.
Tomado de:
http://manuelsegura.wordpress.com/2006/06/23/una-apasionante-velada-con-somaly-mam/
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